Grabación de un grupo de músicos de vacaciones, procedentes de la cercana Tenerife
lunes, 22 de julio de 2024
domingo, 21 de julio de 2024
Carta para el de enfrente
Carta para el de enfrente.
Creéis que soy irracional pero, habéis intentado alguna vez entenderme?
Mi compañero de años y años, ese que lleva más de una vida y dos y cientos de ellas, el que está frente a mi, al que veo transformarse con todas las estaciones, ese que luce blanco en ocasiones y verde en la siguiente, luego dorado y después teñido de rojo y amarillo, en ocasiones con flores y en otras reluciente, ese que algunos dicen que es más bello que yo, me sonrió, me hizo un guiño con el viento y me di cuenta que en este momento me admiraba.
Me di cuenta que ahora yo soy el más bello. La gente viene a mi y pisa por mi tierra y por mi hierba con delicadeza, con cuidado de no estropear nada, tratando de que sus pisadas sean suaves para que no me hagan daño, que no estropeen ni una sola brizna de hierba, para no pisar ninguna florecilla, aunque la verdad es que eso es imposible porque tengo, al igual que años, ciento.
Vienen a descansar a la sombra de mis árboles, a la vez que, cuando se tumban bajo ellos, me transmiten sus sentimientos, que ahora tristes, que ahora emocionantes, que ahora amorosos o luego más tarde de admiración cuando alzan la vista para mirar el cielo del que cuelga alguna nubecilla veraniega, cuya intención es solamente decorar y dar una nota sobresaliente.
Mi pareja, ese que está a mi frente, me transmite por la tierra la energía que necesito para sentirme importante y yo siento que sin su apoyo no sería nada, me desmoronaría en el precipicio y no podría sujetar esos árboles ni mantener la pradera en este momento de un verde desbordante. No podrían salirme más florecitas y la gente no caminaría por mi ladera alegre y contenta, porque tengo que decirte que cuando caminan por encima de mi, en sus pisadas noto que todos están contentos, e incluso emocionados, con una alegría desbordante, incluidos los niños, que son los más ruidosos pero los más dichosos por empezar a vivir su primera o segunda o tercera aventura en la montaña. Van hablando con sus amiguitos o incluso alguno de ellos diciendo continuamente mami, mami! o papi papi!, requiriendo continuamente la atención de sus padres.
Llega un momento en que todos miran para el cielo y callan. Contemplan el firmamento con sus estrellitas pintadas. Apenas alguna voz, mira allí, allí, allí y señalan apuntando con su dedo hacia algún lugar del cielo estrellado que yo no puedo ver porque no tengo ojos, pero soy capaz de dibujar cada uno de sus trozos, estrellita por estrellita porque ellos me las pintan casi todas las noches, por lo que, mi tarea es fácil. Me limito a reproducir lo que me cuentan. Es mucho más difícil transmitirlo que pintarlo.
Ese otro que está frente a mi, por la mañana me dice buenos días y cuando anochece me dice buenas noches y yo le contesto con otro buenos días o buenas noches según sea y le digo, que descanses.
Qué importante es sentirse acompañado!. Si no fuera por el de enfrente, ya te lo dije, me hubiera desmoronado. Por eso cuando dicen que si este es mas bello o el otro es más bello yo pienso que eso no es lo más importante. Lo verdaderamente importante son las emociones que me transmiten esos niños, esa gente que camina, esa gente que descansa bajo mis árboles y que con su pecho pegado a mi tierra, me dicen que son felices o que están enamorados. Porque has de saber que puede que haya alguno que venga a mi muy triste y venga a contemplar mi cielo y mi prado, pero no he visto nunca a ninguno que esté malhumorado.
Así que mi vida transcurre así, siempre acompañado por ese de ahí enfrente y que aunque solamente podamos comunicarnos por la tierra o por el viento, sabemos cada uno de los dos que el de enfrente está ahí y lo seguirá estando para siempre.
Te escribo a ti, al de enfrente, para que sepas lo que siento.
martes, 9 de julio de 2024
Todo por un asiento
El caso es que nunca tuve miedo a enfrentarme al papel en blanco y escribir las primeras letras. Si resulta fácil! Yo creo que ya está hecho, cogemos una fórmula y a empezar. No tengo ni que pensar!. Estimada .... no, suena frio. Querida ..., no, es muy formal. Al amor de mi vida ... quizás me he pasado, pero ya que estamos ... x qué no? Qué importancia tiene todo si yo lo paso mal o falto a la verdad? Quizás podría contar una historia, pero cual? Tengo que volver al principio y darme cuenta que, de verdad, lo difícil es empezar.
Las mentiras no me gustan, en todo caso las soporto cuando son para disfrazar lo malo o la maldad. Entonces ¿Debo llamar a las cosas por su nombre? Hombre, pues seria lo normal, a la flor, flor y al pan, pan.
Pero... por otro lado creo que debo esperar. Con el corazón tan caliente ni se puede ni se debe actuar. Este vivo que vive en mi pecho está absolutamente desbocado. Con la fuerza que imprime, pareciera que quiere bombear sangre hasta más arriba de donde puede, hasta donde? No, ahí no, mas arriba. Pareciera que le sobra o que quisiera sacarla fuera. Sus latidos se notan en las sienes con intensidad. Pum, pum, pum, qué barbaridad! Cuándo te vas a relajar?
Debo serenarme, pero lo veo tan lejos. A ver si se me enfría un poquito la cabeza y la asiento. Creo que llevo 50 años de vida dando palos de ciego, aunque la verdad es que hasta antes de ayer, como quien dice creía tenerlo todo controlado. Ahora veo que solo era una apariencia, algo irreal. Los hechos nos sobrepasan y modifican nuestro entorno a su voluntad.
Esto me pasó ya cuando tenia ... 20?. Si, creo recordar que fue la ultima vez que me encontraba excitado esperando a mi chica en otro lugar. Luego resultó un fiasco, pero eso es otra historia que debo contar. Como adelanto diré que fueron 5 minutos de espera y 1 de enfrentamiento. Después rompimos y la volví a ver 12 años mas tarde, ya felizmente casada y con 1 hijo, pero lo más importante y lo que llenó a ese vivo que vive dentro de mi, es que respondió cuando la llamé y hablamos y lamentamos no haber continuado por una misa y unos pantalones vaqueros. Me alegré por ella y por su rehecha vida, aunque supongo que no le contó nada a su pareja de nuestra última cita. Todos tenemos secretos que guardar.
Debería estar trabajando, pero no puedo. No tengo la cabeza en su sitio, no puedo concentrarme, así que lo dejo. Es importante para mí, en este momento, expresar mis sentimientos.
¡Cuanto cuesta empezar! Una barbaridad. Qué historia contar? No es necesario. Cuenta lo que sientes y no te apures más. Lo controlas todo? No hay engaño más grande porque tu no controlas nada. Pasarás por esta vida como aquel que no le daba importancia a las pequeñas cosas que ocurrían a tu alrededor y que son tan importantes que modifican el mundo entero. Una decisión o un descanso, un estímulo o una apatía, una caricia o una bofetada, un beso o un desprecio, un abrazo o un engaño, una mirada tierna o un mal recuerdo. Todo en un momento o en otro momento.
Pienso sin sentido y escribo lo que pienso.
Como si mi vida estuviera atada con un nudo mágico, esta vez se me desbarató TODO POR UN ASIENTO.
Al amor de mi vida.
Jm Veran.
lunes, 8 de julio de 2024
Mi jilguerillo
Mi jilguerillo
Desde chiquito he tenido casi obsesión por los jilgueros. Eran los autóctonos más bonitos de la huerta y desde luego los que mejor cantaban. Llenos de alegres colores rojos, amarillos y negros.
Me apasionaban sus trinos y en casa casi siempre había uno que nos despertaba por las mañanas, a pesar de que en aquel momento yo le mirara con mala cara.
Les hacía trampas con las varillas de los paraguas, a la manera que me había enseñado uno de los viejos del lugar, para cogerlos vivos y no hacerles daño ni quebrarles las patitas, así que las ponía de tres en tres o de cuatro a cuatro, entre las lechugas que ya estaban florecidas y no servían para la mesa y de las que entonces brotaban las semillas que se comían los referidos jilgueros.
Tampoco quería que sufrieran en exceso, por lo que me quedaba en la casa de mis abuelos, ya deshabitada, escondido en el corredor, observando muy atento el momento en que uno de ellos se posara en la trampa para ir a cogerlo si veía que era joven o soltarlo si era viejo. Esto lo hacía porque en aquella época del año, los viejos podían estar cebando a sus polluelos, y pensando en que debían sustentar a su descendencia, después de quitarle la libertad yo se la volvía a dar, reconfortándome el hecho de después de hacer el mal, recomponerlo.
El corredor de la casa de mis abuelos es precioso. Lo recuerdo con las ristras de maíz colgadas de la baranda y donde aún hoy como entonces sigue dando el sol todo el día y se siente la calidez de la primavera y el verano y se alivian los rigores del otoño y del invierno. Tiene como visión perfecta la huerta y un poco más allá el camino, entonces casi impracticable, siempre lleno de barro y charcos y ahora limpio y asfaltado y, sin atrevimiento puedo decir, el más practicado de todo el pueblo. Al final, el cauce del rio y después el monte verde, en cuya cumbre había un árbol con cara de gato y que por desgracia, algún año, algún incendio, acabó con su efigie altiva. Se ve que al final era árbol puesto que si hubiera sido gato debería haber tenido siete vidas y podría seguir contemplando la figura del gato-árbol recortada contra el cielo.
Al jilguerillo que era joven, lo llevaba para su jaulita y los primeros días lo observaba con mucha atención y muy frecuentemente, porque si había volado mucho y había saboreado mucho la libertad, seguro que moría de pena, por lo que debía estar muy atento y pendiente del ánimo del pajarillo. En el momento en que me apercibiera que no cantaba como era debido, que se movía poco o se movía mucho, le devolvía de nuevo la libertad. Debía darle todo lo que necesitaba, incluso compañía pero sin intimidarle porque cualquier movimiento brusco, en aquellos primeros días de enjaulamiento, podían desembocar en un colapso y la muerte.
Recientemente y debido a los recuerdos que me provocaban los dichosos jilgueros, cuando compré casa nueva, compré también pájaro nuevo y lo puse en la buhardilla para que le diera el aire, librarlo del sol del verano y preservarlo de los peligros de algún gato vecino que pudiera verlo y se lo comiera.
El primer mes estuvo bien. Subía todos los días a verlo y ponerle agua y una mezcla de alpiste y algunas otras cosas que compré especialmente para su dieta. Luego barría los granos caídos, desperdigados por el suelo y de cuando en cuando le cambiaba los periódicos llenos de caca, que le había puesto a tal efecto en el suelo de la jaula. Lo había puesto al lado de mis peces, con los que llevaba conviviendo más de quince años.
En pleno verano, en la buhardilla hace un calor de mil demonios, por lo que también abría y cerraba las ventanas para que se ventilara y se refrescaran, tanto pájaro como peces.
Entre el calor y la ventilación, el agua se evapora y al cabo de un mes de contemplar al pajarillo quizás también, como la ilusión de un niño con juguete nuevo, se me olvidó ir a ver al jilguerillo. Además y también, entre las prisas de ir a trabajar al levantarse y las de ir a dormir pronto por la noche para madrugar mañana, estuve dos o tres días sin llevarle alpiste ni cambiarle el agua.
No hizo falta cambiarle el agua. Con mucha rabia, tiré el alpiste y tiré la jaula. El jilguerillo no estaba en el palo de plástico como solía, sino tirado entre los periódicos, entre la caca. El bebedero vacío, sin gota, símbolo no solo único, pero sí suficientemente expresivo, de una falta de cuidado imperdonable, y el pobrecillo frio, sin moverse, con las alitas pegadas a su cuerpecillo deshidratado. Con sus ojitos cerrados me lo dijo todo y no me pudo reprochar nada.
Si no me das tu compañía, me moriré de pena. Si no me cuidas y tienes cuidado de mi, sin asustarme, me moriré de miedo. Si no me das la humedad de tus labios, más pronto que tarde me moriré como mi jilguerillo, sediento y sin poder decirte nada. Aquí me tienes encerradito en tu jaula sin pedirte nada.
Al amor de mi vida,
Jm.